El rey David

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Foto: sp.davidferrer.com

Dos centímetros le han apartado de la gloria eterna. Seguramente nunca podrá olvidar su decisión de recurrir a la tecnología para vencer un enfrentamiento loco, probablemente el más feo y más extraño de todos los partidos que ha jugado nunca. No ha sido un error. Era la vía rápida para conseguir algo que su juego, más deslavazado de lo habitual, no le garantizaba aunque sí le había dejado a las puertas de conseguirlo. El ojo de halcón, sin embargo, empezó a escribir el final del sueño del rey David.

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Nadie apostaba por él al principio del partido. Pero como siempre David Ferrer fue capaz de tener su propósito a tiro. Nadie ha apostado nunca por él como lo ha hecho él mismo. Él es su máximo valedor y él es quien más merecía el dulce sabor de la victoria porque la historia jamás le rendirá el tributo que ha merecido en las pistas y solo su satisfacción personal, la conciencia de haber sido muy grande, le permitirá ser eterno.

Los analistas del futuro divagarán sobre qué le faltó a este gran jugador para haber sido aún más grande. Seguro que algunos indicarán que fue una cuestión de oportunismo. Ser coetáneo del mejor tenista de la historia y del mejor tenista en tierra batida de la historia no es un contexto propicio para que el nombre de uno se inscriba como vencedor de alguno de los mejores torneos del mundo. Otros dirán que solo le faltó un puntito en la técnica o en lo táctico o en el físico. Yo digo que solo le han faltado dos míseros centímetros.

Si la repetición hubiera situado la huella de esa pelota fuera de la línea David Ferrer se habría convertido en el primer tenista español capaz de conseguir uno de los torneos más importantes del mundo. Habría hecho historia. De esa que no se puede borrar; la misma que escribieron Perico Delgado, Manuel Orantes o incluso Marcelino mucho antes de que en sus disciplinas hicieran historia Miguel Induráin, Rafa Nadal o Andrés Iniesta.

A Ferrer el tenis le debe el reconocimiento por haber sido uno de los más grandes de la historia sobre tierra batida. Le debe protagonismo y sobre todo triunfos. No será fácil que el tenista de Jávea consiga lo que aún no tiene, un Grand Slam o un Masters 1000 de los que hacen historia, pero lo que no le reporte el tenis lo tiene que recibir de los aficionados y de los medios de comunicación. Su trayectoria es espectacular y es un ejemplo inmejorable para cualquier deportista.

David Ferrer en las distancias cortas es amable. Es ese tipo de deportistas que no rehúye mirar a los ojos mientras sonríe tímidamente. Es una persona de trato agradable que cuando salta a una pista de tenis demuestra que el esfuerzo y la superación son las armas clave de todo deportista. Ferrer se ha quedado a dos centímetros de conseguir un triunfo histórico pero es de justicia hacerle saber que ya es uno de nuestros referentes deportivos más respetados. El rey David ya ha hecho historia para quienes valoran la excelencia tanto en lo personal como en lo deportivo.